miércoles, 7 de marzo de 2012

Todo lo que necesito

A penas ayer tenía seis años. Cierro los ojos y veo frente a mí la perilla y el borde del lavamanos, todas esas cosas que para mí siempre estuvieron más arriba, que para el resto. Yo, ubicada en el centro de mi universo, un punto en la nada de las consciencias que me rodeaban; en la abstracción de un espacio al que le di la cualidad de amenazante.

Cierro los ojos y recuerdo las voces, las presencias, esas que estando cerca, del otro lado del muro, jamás se enteraron de mi realidad: temor. Temor y absoluta falta de voluntad ante lo que inunda mis recuerdos.

No noto la brecha que separa mi infancia con el ahora. Soy la misma niña flagelada por un ente que ya no necesita cuerpo para hacerse presente. Aparece en mis sueños, en cada excusa para alejarme del mundo. Sin querer me enseñó a desear cosas que temo tener y que anhelo.

Hoy veo a través del aparador y ahí está un universo distinto, un todo que deseo rodear con mis brazos. Es uno en el que quería vivir, que sí elegí, que me fascina, pero el miedo antaño no me dejó cruzar la vidriera. Me he conformado entonces a mirarlo, a saber que ahí está, y su sola presencia alimenta mi vida, me hace pensar en mañana. Así veo que no tengo lo que quiero, pero estar cerca es todo lo que necesito. Después de todo, crecí sobreviviendo de abstracciones.